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Cuanto más lo piensas más dificil es de expresarlo. Has vuelto a casa pensando profundamente, andando con parsimonia, dejando a tus colegas detrás en una noche de supuesta parranda. Les has mentido: "No, es que tengo sueño". ¿La verdad? "No, es que me aburre este ambiente" La verdad es muy relativa. Tu verdad es que no te sorprende. "No, es que hace tiempo que he perdido vuestra relación".


Miras a la gente a los ojos y consigues ver sus intenciones, sus pensamientos. ¿Qué tiene de emocionante conocerlo? No sabes los detalles de nada pero intuyes los intereses de todo. Enciendes un cigarro. Miras viejos discos. Escribes dos tonterias y ves alguna pelicula mala. Tienes tiempo para pensar.

Conseguir dos frases entre borrones ya no es suficiente. Escribir carece de sentido si no eres capaz de leerlo luego orgulloso. Y hoy no es ese día. Das otra calada. Te llevas las manos a la cabeza y preguntas : ¿por qué?¿Desde cuando te has desviado del camino de los demás? Y es que cada vez te cuesta más involucrarte en la vida de tus compañeros de ruta. Les ves vanales, distantes... Y no te sientes mejor ni peor... Es más desesperante. Te sientes confuso y asocial. Rectifico: confuso y antisocial. ¿Qué les hace ser así? Sabes cada movimiento, cada frase, cada contestación. El aburrimiento se resume en un sueño del subconsciente que incrementa el volumen de ideas. Pero hoy no. Hoy aburrimiento es animadversión hacia todo. ¿Qué prefieres? ¿Qué solución das? ¿Qué cambiarias? ¿Como actuarías tu? No lo sabes. ¿Envidia? Solo de poder sentirme en paz. Pocas veces tu cabeza deja rienda suelta a la felicidad y se enamora de los pequeños detalles. Todo tiene un trasfondo. Toda virtud tiene un precio. Todo es un puto charco de fango cada vez más profundo. Los demás chapotean sonriendo. ¿Qué les pasa? ¡No quieren salir! Y en tu esfuerzo por colarte en ese tren te estrellas contra ti mismo. Demasiadas metáforas para un simple pensamiento. Demasiadas cosas quedan en el aire sin respuesta. Demasiado tiempo muerto entre raciones de amistad. Demasiado pauperrimo para enseñarlo.

Apagas el cigarro y miras la hora. Los parpados te pesan y la pantalla se reduce a luces sin coherencia. Quizá sea verdad y tienes sueño. Lo mismo no has mentido (aunque no lo hayas hecho a propósito). Lo que ibas a contar sonaba mejor en tu cabeza y ahora te arrepientes de haber empezado a esbozarlo. Miras la cama y apagas la pantalla. Te quitas la ropa y entras entre las sábanas. A tu cabeza un "¿qué hago?" A tus sueños las respuestas. Da igual, mañana no te acodarás. Te duermes más rapido de lo que pensabas y balbuceas: Somos todos unos gilipollas demasiado racionales.