Los Sueños del Insomnio Cap.8


El viento soplaba fuerte desde abajo creando cierta sensación de vértigo al asomarse a la caída que dejábamos a nuestra espalda, y en el horizonte se contemplaba Madrid al completo, de extremo norte a extremo sur, medio tapada por esa nube de humo que la acompaña en días calurosos. Como cada vez que subía allá arriba, una sensación de calma me inundó al pisar la roca fría y mirar hacia delante, tratando de dejar atrás la mochila de mis preocupaciones, como el montañero que llega a su destino y al desembarazarse de su carga se siente flotar durante unos instantes...


Afortunadamente, en ese lugar los instantes se alargaban a minutos, hasta que uno dejaba de ser esclavo del silencio y abría la boca para hablar. Denominado “El Helicóptero” por los escaladores de la zona, ese rincón apartado de la civilización, pero desde el cual a la vez tenias casas a tiro de piedra, era uno de los pocos lugares selectos que aun guardaba para mi en momentos difíciles.

Él estaba sentado en uno de los huecos de la piedra y jugaba con un mechero negro pasándoselo entre los dedos como si fuese una moneda de dólar. Llevaba desabrochada la chaqueta y el cuello de la camisa, y el tatuaje que tenia en el pecho quedaba medio al descubierto cada vez que venia una ráfaga de aire.

- Veo que al final no lo hiciste –dijo por fin.

- No…

- ¿No te decidiste?

- No pude…o no quise…no lo sé.

Mi cabeza volvió unas horas atrás tratando de recordar. Un coche parado. La ventanilla bajada y la radio puesta con el volumen bajo. Una puerta enfrente…y mi mano en el picaporte. Tras media hora con el sol pegando a través de la luna trasera había decidido arrancar y dar media vuelta, sin saber muy bien que hacia. Había pasado mucho tiempo y demasiadas cosas desde entonces…Pero los recuerdos eligen su morada, y el rencor y la pena llegan a hacerse amantes tras un par de encuentros con lágrimas como colchón de hotel. No sabía describir en ese momento que pasaba por mi cabeza, y dudo que ahora mismo pueda, pero algo me llevó a alejarme definitivamente de allí.

- Bueno…la verdad es que te mentí, no era necesario que hablases con Ella, si no contigo mismo. -su cara mostraba cierta resignación, pues a pesar de ser quien era tenía cierta empatía hacia alguno de nosotros.

- Ya lo sabía.

- ¿Cómo?

Le pille por sorpresa. Desde que me lo dijo supe que no había razón alguna para llevarme a hacer eso, que era solo una duda danzando en mi cerebro que él pretendía sacar y exprimir. “Nunca dejes las cosas a medio terminar”, rezaba el felpudo de entrada a mi cabeza. Y siguiendo esa leyenda, emprendí una jugada que podía costarme un buen jaque o perder un par de piezas, aunque la dama hacia tiempo que había desaparecido del tablero…


Ese mismo día había llamado a Álvaro y habíamos quedado en un bar para tomarnos la cerveza de turno que precede a las conversaciones importantes entre amigos. Hacia mucho tiempo que no hablábamos, y la conversación duró bastante. Eran cosas que yo tenía más que repetidas en mi cabeza, pero según iban saliendo por mi boca sentía como un pequeño peso era aliviado de mi carga. Él no dijo nada durante toda la conversación, salvo comentarios oportunos y gestos con la cabeza, y cuando acabé de hablar un silencio inundó la mesa.

Ø Por eso me voy…

Ø Sabía que ahora venia la parte dura… -su cara reflejaba preocupación, pero se le veía reconfortado de saber que yo contaba con él.

La decisión la había tomado por la mañana, entre horas de nula atención y papiroflexia inútil con papeles de publicidad entre clases.

Ø ¿Tienes idea de a donde? Lo digo porque tengo un colega que es casi piloto y…

Ø Ya lo se Álvaro –le corté- pero no hace falta que te preocupes, es cosa mía.

Ø Ok, pero cuenta conmigo para lo que sea, ya lo sabes. Una cosa más… y lo digo porque sé que lo habrás pensado… ¿Qué será de Ella?

Ø Bueno…aun no lo tengo claro. Pide otro par de jarras y si eso lo discutimos…

Ø Hecho, pero esta pago yo.

Hablamos durante un par de pintas más, y cada uno tiro por su lado de vuelta a casa. Él dudaba de si volvería a verme pronto, y yo sabia que no. Hablaríamos, pero no sería lo mismo. Era mi turno, las blancas movían…




Le miré y me eché a reír. Tras un par de segundos de incredulidad Él opto por reírse también y me golpeó el hombro amistosamente.

- Entonces…

- Sí.

- Vale…solo queda una cosa por hacer entonces.

Metió su mano derecha en el bolsillo de la chaqueta y sacó una foto de carnet. No me hizo falta mirar demasiado para distinguir unos cabellos negros y una sonrisa.

Estuvimos largo rato, Él mirando al horizonte, yo mirándole a Él, sin decir nada, hasta que acercó su mano hacia la otra, donde sostenía el mechero negro. Una sensación de vértigo comenzó a invadir mi cuerpo, y tuve ganas de gritarle que parara o de salir de allí corriendo, pero no lo hice. Me quede sentado con la boca seca contemplando sus gestos. Él me dirigió una última mirada inquisitiva y encendió la llama a 2 centímetros del papel.

- Tú eliges.

Me acorde de los recuerdos embalados en un armario, de las sensaciones que nos invaden al tocar ciertos objetos; una retahíla de sentimientos y melancolía luchaba por salir de mi cabeza, pero esta vez había algo que las limitaba y combatía con ellas.

- Hazlo.

La llama comenzó a devorar el papel fotográfico y el aire pasó a llenarse de pequeños trozos de ceniza volando alrededor nuestro hacia arriba, perdiéndose de vista tras unos segundos.

Cuando el ultimo trozo de papel se extinguió en el aire nos quedamos callados, él sin decir nada, yo ahogando mis gritos.

- Pensaba que seria diferente… –comenté.

- No hay lugar para el olvido en este mundo, ni las llamas, ni yo mismo podemos contra él. Algún día le conocerás, y deberás mirarle a los ojos como hiciste conmigo. Hasta entonces…te queda mucho camino por recorrer.

Se levantó y se sacudió el traje blanco de algún que otro trozo de ceniza.

- Vamos. Diana quiere verte.

Me tendió la mano y desapareció.


Abrí los ojos. Me encontraba en el mismo lugar que en mi sueño, pero sin Él. Estaba casi anocheciendo y la humedad había calado la poca ropa que llevaba, haciéndome tiritar de frío. Extendí la mano y allí estaba, un mechero blanco con una inscripción verde.

Opté por levantarme y eché a andar hacia mi casa.




Jaque Mate.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
ya los he leido!! ueeeeeeeh!!!

ya has dado el gran paso ahora solo queda esperar que el tiempo haga lo suyo!

todos tenemos a ese tipo demasiado tiempo al lado...pero en el fondo no es esta tan mal..te ayuda a superarte i a tirar hacia delante si o si!

tu personaje no esta tan solo i lo sabe, solo le falta dar el gran paso, ese al que todos tenemos tanto pavor..

la tercera te hecha de menos!

no tardes tanto en escribir!

un beso
Anónimo ha dicho que…
"...Regardez le ciel. Demandez-vous: ''Le mouton oui ou non a-t-il mangé la fleur?''. Et vous verrez comme tout change...

Et aucune grande personne ne comprendra jamais que ça a tellement d'importance!..."

(Traducción)

"...Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...

¡Ninguna persona mayor comprenderá jamás que esto sea verdaderamente importante!..."

Le Petit Prince
Antoine de Saint- Exupéry

Si continuas así, tu valiosa sonrisa será más bonita aún, porque será más sincera.
Nacho ha dicho que…
Bueno bueno bueno

Esto mola, dramatismo del olvido, mecheros a "tutiplen" y llamas quemando viejos recuerdos in-flamables(pero como iba saber yo que inflamable siginificaba flamable!!). Y con esto te quería decir que el Dr. Nick Riviera tenía algo de razón. Los recuerdos son recuerdos. No existen ni malos ni buenos. Pero olvidar es malo, porque si olvidas no recuerdas y si no recuerdas no aprecias que las cosas que vives se convertirán en recuerdos. Ahi queda ese parrafo tan feo. Un saludo y sigue así!

PD: El otro te lo comente via e-mail. Recuerda que te debo una cachimba y una noche de risas... que no solo de pen-a vive el hombre. De vez en cuando se merece un buen rato de colegueo ;)

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