La pulsera: Segunda etapa Cap.2

Nota del blog: Esta historia tiene una continuidad. Si no has leido las anteriores es posible que no te enteres de nada. Para poder acceder a los capítulos anteriores, a tu derecha tienes una barra de categorías. En ella encontraras el título de esta historia y si pinchas en ella verás todos sus capítulos. El orden es por novedad,, así que el último relato de esa categoría es el primero de esta historia. ¡Disfrútalos!

Pasó la noche tirando chinas a la ventana equivocada pero no sería suficiente fracaso para cesar en su intento. A la noche siguiente acertó en la ventana y en las intenciones.

- Daniel, ¿qué haces aquí?
- Sol o venía a verte…
- ¿A la 1 de la madrugada? Sabes que no me dejan salir hoy. Es el cumpleaños de mi madre.
- ¿Están tus padres?
- No, solo está mi madre. Mi padre se ha ido a celebrarlo por ahí.
- ¿Crees que me dejará pasar a verte?
- ¿Qué has bebido?
- Tú inténtalo…
- ¡Estás loco!

Desde dentro se escuchó una voz que pedía explicaciones. Ainara giraba la cabeza e intentaba tranquilizar a su madre diciendo que no estaba ocurriendo nada. Daniel aprovechó ese momento para acercarse a la puerta y llamar al timbre. Después de unos segundos una mujer joven pero ajada abría la puerta escondiendo las lágrimas entre sorbos de la nariz.

- Hola, buenas noches señora. Me llamo Daniel ¿Y usted se llama?
La velocidad dejó aturdida a Soledad y apartó los sollozos mientras aún corría una lágrima por su mejilla.
- ¿Yo? Mi nombre es Soledad ¿Qué haces a estas horas llamando a las puertas Daniel?
- Pedir permiso
- ¿Permiso para qué? - Una mueca de sonrisa se divisó sobre ese horizonte de mejillas húmedas.
- Permiso para ver a su hija unos minutos…- Al ver que no reaccionaba añadió
- Y permiso robarle un par de vasos de agua. ¿Sabe usted lo difícil que es conseguir piedrecillas en un terreno tan bien barrido? ¿He tenido que recorrer toda la acera! Estamos en pleno verano y con el calor que hace no soy capaz de seguir dándola conversación si no me hidrato.

Después de dudar durante un par de segundos, Soledad sonrió y le ofreció entrar. La casa era bastante amplia y a él le parecía un palacio. No tardo en exagerar ese aspecto ante una desconfiada Soledad que le conducía con la mirada hacia la cocina.
Tras un vaso de agua y un análisis exhaustivo con la mirada Soledad dijo:

- Bueno, ¿y qué corre tanta prisa que le tengas que decir a mi hija que no pueda esperar a mañana?
- Verá señora…
- Llámame Sole que tampoco te saco tanta edad.
- Está bien. Verá Sole, le voy a ser totalmente sincero. Desde el otro día en la fiesta de Laura soy incapaz de quitarme de la cabeza a su hija. No me malinterprete, quiero verla un rato, hablar con ella. No busco nada más.
- Si lo buscases tampoco lo dirías… Además mi hija no es tonta, quedarás tu más prendido que ella, te lo puedo asegurar.
- ¿Se atreve a aventurar mi futuro sin conocerme?
- ¿Te atreves a retarme en tu novena frase de la primera conversación que tenemos? Además, te he dicho que no me trates de usted. Me hace más vieja de lo que estoy.
- Pues yo la veo guapísima, créame que si no fuese casi un delito, intentaría cortejarla.
- Muy amable por tu parte, señor Daniel, Don Usted, pero no es lo mismo ser que estar.
- Mmm, creo que no he entendido eso…
- Me gustan más los tontos que los listos, estas ganando mi aprobación.
- Si insultándome consigo su bendición empiece por meterse con mis pintas, son deplorables.
- También agradezco el ingenio…
- Ha dado usted con el chico indicado.
Se rieron un rato y Soledad concluyó su intervención enseñándole donde estaba la habitación de Ainara.

Ahora venía la verdadera prueba. Le temblaban las piernas. Llevaban todo el mes de julio hablando en el parque, en el bar, por notas. Él la hacía reír y ella le hacía que el corazón le diese un vuelco por cada sonrisa. Llegaba a casa y se tumbaba en la cama mirando el techo, almacenando en su memoria las sonrisas y las miradas que le había brindado esa noche. Después se encendía un cigarro, abría la ventana y sacaba la guitarra de la funda para mantenerla en sus piernas mientras sonreía. Luego daba una calada y con los ojos cerrados tocaba sus acordes preferidos y componía una canción que no terminaría hasta su llegada a Barcelona.

Enfrente de la puerta cogió aire y giró el pomo torpemente. Al abrirla escuchó que por el equipo de música sonaba “Son of a Preacher Man” de Dusty Springfield y llenaba la habitación de una melodía que era tan densa como el humo. Su voz estremeció aún más el corazón de Daniel hasta darlo la vuelta. Entró y no había nadie, pero la ventana seguía abierta. Se acercó sigilosamente y cruzó el marco de la puerta. Miró al cielo y luego giró la vista hacia su derecha. Allí estaba. Le miró con cara de miedo y se acercó lentamente. Puso sus brazos sobre su pecho y le acercó los labios hasta poder notar su respiración contra los labios. Él terminó la jugada rozándolos con ternura. Le rodeó en con sus brazos y le besó temblando. Ella acarició su pelo y con esa noche de julio como testigo Daniel amó a Ainara y se enamoró como nunca se debe hacer. Se enamoró ciegamente.

Después de una hora de miradas y fugaces minutos corriendo demasiado rápido se oyó un golpe en la puerta de la entrada. Ainara se aferró a sus brazos y empujó con fuerza la cara contra su pecho. Daniel entreabrió la puerta y espió lo que ocurría.

- ¿Dónde has estado?
- No te importa.
- Por favor Tomás no puedo vivir así.
- A lo mejor no te mereces vivir maldita puta.

Desde la puerta se olían las lágrimas de Soledad. Que se iba caminando cabizbaja hasta el salón y se desplomaba contra el sillón. Daniel se puso los pantalones y se calzó rápidamente. Bajó cogiendo de la mano a Ainara, que parecía ofrecer más resistencia conforme bajaban cada escalón.

- No me has preparado nada de cena, ¿verdad?
- Basta por favor…- Dijo llorando.
- Eres la mayor escoria que he conocido. Si no fuese por mi hija y porque soy un hombre de amable te mataba aquí mismo. No quiero dejar huérfano a tu hijo bastardo sin que conozca lo miserable que es su madre.
- ¡CALLATE!
Acto seguido se oyó el crujido rápido del suelo y un golpe seco. Después un grito ahogado de dolor y a Tomás diciendo:
- ¡Si me vuelves a mandar callar juro que te mato! ¿Me entiendes? ¡Te mato!
Daniel bajó corriendo y sin miedo corrió hacia el salón donde aún se seguían escuchando golpes. Ainara gritaba desde la escalera algo que a los oídos de Daniel sonó a murmullo pero que en realidad le rogaban que no interviniese. Daniel detuvo el penúltimo golpe de la noche contra Soledad y se percató del tremendo olor a alcohol que desprendía ese hijo de puta.
- ¿Quién coño eres tú? – Dijo Tomás mientras Daniel le cogía para que dejase de golpear a Soledad.
Se levantó torpemente y miró a los ojos dando tumbos. Se apoyó en un mueble y entonó de forma asombrosamente clara:
- Ah, debes ser el que se intenta follar a mi hija, ¿no? Pues que sepas que no permitiré que se convierta en una asquerosa ramera como su madre. Esta lección me va a costar poco enseñártela, pero aún menos vas a tardar tú en aprenderla.

Daniel, preparado, se esperó hasta que este se abalanzase hacia él. Tras el primer choque Daniel consiguió propinarle un puñetazo que le dejase durmiendo unos minutos. Suficientes para no comprender nada al ser echado por Ainara rápidamente y ver cómo, asustada, ayudaba a su madre a levantarse. La puerta se cerró. Ahora conocía el gran secreto de Ainara.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
XDD

lo mjor q me a pasado hoy es ver que esto sigue! y q un amigo me haya dixo que las kosas le van mjor! XDD


definitivamnt me tiene q venir la regla...toy hipersensible...


no digo mas xq no tengo tiempo de leer en serio...
Hueto ha dicho que…
perfect, tal y como ya te dije ;)
repito: me encanta la conversacion entre soledad y daniel!

Entradas populares de este blog

Club Soledad: Blad

NOTA DEL BLOG