Los Sueños del Insomnio Cap.7


“Con los muñones que escriben derecho en renglones torcidos…

Con el olvido que siempre se acuerda de resucitar…”




Tras el último golpe, escupí un último rastro de sangre al suelo y me limpié con la mano los restos que aun permanecían en mis labios. Él estaba enfrente de mi, prepotente como siempre, con una leve sonrisa entre los labios y mirándome fijamente.





- Veo que no te cansas de lo mismo, siempre con tu misma manera de saludar… ¿te crees que me sorprendes? – solté desafiante mientras clavaba una rodilla en el suelo para levantarme.

Mentía, por supuesto, pero si algo estaba claro es que no pretendía dejarme intimidar fácilmente por un puñado de golpes, bien clavados eso si…

Su voz sonó extrañamente familiar, a pesar de que hacia tiempo que no nos encontrábamos cara a cara:

- Hmm…me parece que el tiempo te ha tratado mal…antes aguantabas mejor los golpes. Sabes que es mi forma de ser, tú dices hola, gritas, o haces el imbécil. Aunque no lo desee, forma parte de mi personalidad la brusquedad y la sorpresa.

- Ya…dirás lo que quieras…pero la próxima te la devuelvo cabrón.

Me alargó la mano ayudándome a levantarme, y aproveché para observarlo bien. No había cambiado nada, los años para él no pasaban. Había añadido una perilla fina y arreglada a su cabeza afeitada, que afilaba aun más los rasgos de su cara tostada por el sol y por el tiempo. Realmente pasaría desapercibido como una persona más si careciese de esos ojos negro profundo, donde no distinguías pupila de iris (realmente, dudaba de si su ojos era como los míos) y transmitían en unas ocasiones sabiduría, y en otras verdadero pavor. Vestía de traje blanco impecable, camisa negra de cuello italiano, sin corbata, abrochado un solo botón de la chaqueta, y zapatos negros pulidos hasta reflejar la luz del sol que en ese momento caía sobre nosotros. Un tipo con clase, vamos. Al lado suyo yo parecía un guiri, con mi bañador como pantalón y la camiseta de promoción de conciertos.

Nos encontrábamos al lado de un faro de mar, de gran altura y con pinta de estar abandonado. El lugar me resultaba conocido y no tardé en reconocer esos picos al otro lado del mar y la playa volcánica que tenia bajo mis pies. Era el faro de Cotillo, en Fuerteventura, uno de mis lugares de escapada de mi mundo, donde el silencio se volvía de tu parte y el único ruido eran los recuerdos tratando de salir para no volver; estábamos situados en medio de la playa, inundada a medias por el agua acumulada por la ahora mismo decreciente marea alta. Extrañamente, había un tronco viejo situado en medio de todo aquello, y mi acompañante optó por dirigirse hacia allí.

- Bueno, relájate y siéntate, que tenemos cosas de las que hablar. – Su voz sonó levemente preocupada, pero no lo noté hasta tiempo después.

- ¿Estas de broma? Apareces después de tanto tiempo dando la brasa a escondidas, ¿y me dices que tenemos que hablar? Sinceramente prefería los sueños con mujeres, que quieres que te diga…

- ¡Jaja! Veo que conociste a Diana…

Pegué un respingo. Cualquiera que hable de sueños con mujeres piensa en todo menos en Verano Azul, pero Él rapidamente habia sabido de que estaba hablando.

- ¿Cómo sabes que me refiero a ella?

- Vamos hombre…se te ve en la cara, y algo había oído por ahí. Siendo tu Soledad, ¿pretendías que no me enterase? Además, que una de las favoritas de Morfeo se fije en ti...-me miró de arriba abajo-…con esas pintas…bueno, resulta curioso.

Por un momento me mosqueé. Nunca se había referido a si mismo como Mi Soledad, a pesar de que ambos sabíamos cual era su papel. Él era La Soledad, mía y de todos. De ahí su manera de aparecer: los golpes en el sueño son con puños, en la realidad son invisibles, pero duelen más. Yo me consideraba afortunado en cierto modo, puesto que había llegado a conocerle en persona; muchas personas huyen de Él constantemente con tretas y falsedades, o le tienen delante y escogen no mirarle. Yo elegí mirarle a los ojos hace muchos años atrás, y a pesar de estar en desacuerdo continuamente, me tenía cierto aprecio por reconocerle. Y aunque eso no evitase los “saludos” de turno, aprender a convivir con la soledad se convirtió en algo necesario cuando Ella desapareció…

Además, la mención de Diana me había acelerado el pulso, y el relacionarla con mitos fantásticos se escapaba de mi cabeza de ingeniero. Yo era de funciones y desarrollo, no de cuentos de Hadas.

- ¿Cómo que la favorita de Morfeo? -contesté tragando saliva.

- ¡Hm! ¿Tan mayor estas ya que has decidido convertirte en incrédulo?

- Perdona si me río…pero las historias fantásticas se las dejé a Tolkien y los griegos hace tiempo.

Conversar con Él se hacía raro, pues ambos sabíamos que el conocía mis pensamientos y mis miedos, pero viéndole ahí, sentado a mi lado en ese tronco de árbol corroído por el tiempo, resultaba difícil hacerse a la idea.

- Vamos hombre, ¿vas de espiritual y ante el paganismo te me vuelves ateo puro? No estoy hablando de Campanilla o los 4 Fantásticos, te hablo del Dios del Sueño. ¿Acaso no te ha entrado la duda de porque sólo puedes dormir en ese trasto que haces llamar autobús?

- ¿Me estás hablando en serio?

- No bromeo. –Ahora su tono de preocupación de dejo notar mas de lo que él mismo pretendía.

- ¿Tiene esto que ver algo con Diana?

Involuntariamente deseé que sí, solo por volver a ver esos ojos verdes…

- Puede…pero creo que antes de todo eso deberías hablar con ciertas personas con las que hace tiempo que no hablas…ya sabes a quien me refiero. Y deberías empezar a confiar más en tu gente, que yo mismo me canso de golpearte. Aprende a pedir ayuda de una vez, y esto te lo digo como compañero.

Se levantó al decir esto ultimo y me tendió la mano para despedirse.

- ¿No teníamos muchas cosas de las que hablar?

- El tiempo corre mas rápido de lo que yo creía…no te preocupes, volveremos a vernos pronto.

Su cara afilada se ablando al sonreírme, y mientras se daba la vuelta el paisaje empezó a difuminarse y el tronco de árbol pasó de ser duro a blando con un bamboleo continuo.

Pero lejos de todo ese ruido y mientras mi cabeza trataba de organizar sus pensamientos, escuche por encima de todo su voz canturreando mientras se marchaba:

“La soledad, no esta tan sola, no ves que a mi, ¡no me abandona!”


Iba a ser un día muy largo…



Comentarios

Entradas populares de este blog

Club Soledad: Blad

NOTA DEL BLOG