Los Sueños del Insomnio. Cap 9.







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Abrí los ojos. EL ventilador de techo de la destartalada habitación de hotel donde me alojaba hacía amagos de giro, mientras el calor sofocante del exterior se colaba a través de las rendijas de la persiana. Me levanté de la cama y recorrí el corto trayecto de la cama al baño con el fin de refrescarme un poco y al momento le vi de nuevo, sentado en el sillón con la mirada fija en mis pasos, sin decir una sola palabra. Últimamente solo aparecía de vez en cuando, y siempre de la misma forma: se limitaba a observarme y a recordarme con esa mirada fría que seguía ahí, y que de momento no pensaba irse.



Esta vez no era distinto. Hacía juegos de manos con un zippo cromado en negro y a mi regreso del baño le descubrí mirando con curiosidad la sombra que reposaba en la cama.
- Su cara me suena –dijo rompiendo el silencio de la habitación.
Lo dijo como quien no quiere la cosa, asique dudando de si se dirigía a mí decidí ignorar el contenido de su comentario.
- Veo que por fin te dignas a hablar, ¿me acercas esa botella de agua, por favor?
- No –contestó secamente–, estas soñando y el que bebas ahora o no solo va a provocar que abandone la comodidad de este pequeño sillón. Ahora contéstame, porque el comentario sí que iba para ti. ¿No es la misma chica que durmió aquí hace cinco noches?
- Estaré soñando, pero la sed la noto igual. Y sí, es ella… ¿Por qué? ¿Algo que aludir?
- No…no…solo observaba…tiene bonitas piernas, por cierto –su mirada vagaba recorriendo los tramos de sabana que levemente tapaban el cuerpo de ella.
- Lo sé…pero si no tienes más que añadir te agradecería que no te metieses en esto.
Detuvo el zippo en seco a medio abrir y me lanzó una mirada que me hizo recordar que con él no se debía jugar.
- No hace falta que te diga que yo no me meto si no me llaman… -dijo cerrando el mechero de golpe.
- Lo que tú digas –contesté.
Caminé hasta la nevera y busqué la botella de agua, aún a sabiendas que en unos minutos repetiría esa misma tarea en la realidad.
- ¿Has reflexionado sobre tu conversación con Diana?
Volvía a jugar con el mechero, y por el reflejo del reloj de pared vi que de nuevo se deleitaba observando las curvas de mi repetida compañía. Me puse un bañador y las chanclas y caminé hacia la puerta.
- Esa ninfa erudita dijo demasiadas cosas sin demasiado sentido –dije mientras abría la puerta de la habitación.
Tuve que agarrarme a ambos lados del marco de la puerta para no caer a causa de la impresión. Las paredes del pasillo estaban inundadas de frases, fechas, figuras y toda clase de signos colocados de todas las formas posibles; había trazos de espray, folios pegados sin aparente orden, líneas de rotulador, surcos de llaves… todo ello inundado por una luz tenue de una bombilla balanceándose del techo.
- ¿Pero qué cojones? –balbucí mientras volvía la vista al sillón en busca de una respuesta, pero mi silencioso amigo parecía más interesado en el truco que llevaba practicando un rato: hacer cambiar el color de la llama según pasaba el mechero de una mano a otra. Se esmeraba tanto que parecía que estuviese frente a un gran público en lugar de frente a una veinteañera dormida.
Salí al pasillo y eché a andar hacia la escalera mientras trataba de leer las inscripciones. Tras tres pasos un escalofrío recorrió mi espalda mientras trataba de decirme a mí mismo que aquello no podía ser cierto. A ambos lados del pasillo seguían dibujándose frases y símbolos como por arte de magia, pero ese aspecto no fue el que provocó que se me helase la sangre. Las pintadas parecían un amasijo de escritos sin sentido, pero tras leer tres o cuatro uno se daba cuenta de que tenían más sentido del que te gustaría que tuviesen. Aquello era un diario, mi diario, mi diario y el de muchos otros, formado por todas aquellas páginas que intentamos borrar o quemar de nuestra propia biografía a toda costa.
Con el miedo inundándome y sin saber muy bien que hacia eché a correr escaleras abajo, tropezando con latas de espray vacías y manchándome las manos de pintura al apoyarme en las paredes. Recorrí los tres o cuatro pasillos que separaban mi habitación de la recepción y al salir a la calle estaba empapado en un sudor frio de arriba abajo. Él estaba apoyado en una farola con la camisa desabrochada y se protegía los ojos del sol con la mano.
- ¡¿Qué coño está pasando?! –le grité desde el sitio donde me había detenido a coger aliento.
Me miro durante unos instantes y sonrió.
- Ya ha empezado.
Eché a correr de nuevo sin saber todavía muy bien de que huía y le oí soltar una última carcajada a mi espalda antes de desaparecer. Llegue hasta la cafetería del hotel, y mientras atravesaba el cristal de un salto hacia la piscina dos pisos más abajo solo me dio tiempo a ver por el reflejo de los cristales volando a una mujer que me observaba desde la esquina opuesta del local con un cigarrillo entre los labios.
Cerré los ojos…


Comentarios

Nacho ha dicho que…
Ala!!! que guapo! me gusta me gusta! ademas me lo he imaginado, manchandose las manos de tinta y viendo como la marca de la mano en la pared rapidamente se inundaba otra vez de escritos!! me mola me mola!!

Nacho

PD: siento el retraso!

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