Felicidad, parte 7
Judith Lamay, con tantos años vividos que no merece la pena decir el número, había conseguido una copia en cd de los nocturnos de piano de Chopin interpretados por Arthur Rubinstein, una habitación de un precioso hotel en la costa de Normandía y una máquina de escribir. Tiempo atrás todo esto le habría parecido un gasto excesivo. Colocó con cuidado el primer folio y se preparó a escribir en el centro. Sólo necesitaba un título para que todas las palabras que ya conocía empezaran a escribirse solas. Una palabra o una frase que representara todas las historias que le habían contado en su vida, todas las vidas que había conocido por medio de la investigación, para que todos esos nombres casi desconocidos cobraran vida en una novela. Un título. Pensó en ellos, en los soldados que fueron a la guerra por obligación, en los que fueron por patriotismo y en los que fueron por ser violentos. En todo lo que dejaron atrás, todo lo que hicieron fuera del país y todo lo que se perdieron por no p...